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Bertha y la D

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Bertha era una señora. Una señora con una familia, una señora de pelo corto que al parecer tenía todo lo que se necesitaba para ser feliz, pero ella no lo era.

Bertha tenía algo adentro, no sé si en su corazón, no sé si en su mente, si en su cerebro, si en lo más profundo de su alma, pero tenía algo. Tampoco sé que era, tengo una sospecha, eso era algo tan inconcluso y tan inalcanzable, tan invisible, pero con tantos efectos devastadores no sólo en ella sino en los demás.

Cuando ese algo llegaba, el estado de ánimo de Bertha cambiaba. Dejaba de sonreír lo poco que sonreía, dejaba de estar en el computador, dejaba de leer, dejaba de hacer todo lo que le correspondía y pasaba a vagar errante, dejaba de salir, dejaba de comer y su rostro le cambiaba, arrugaba el ceño y hacía una mueca con la boca ya por todos conocida.

Todos, esos mismos que conocían esa mueca sabían entonces que algo estaba sucediendo, no sólo por sus gestos sino también porque comenzaba a tener una actitud diferente, a alegar, a gritar, a pelear. No comentarios positivos. No sonrisas, sólo un aparente odio irracional, una oscuridad que parecía haberla nublado, porque de repente se transformaba y transformaba el ambiente. Luego, después del enojo, venía lo peor. Un dolor de cabeza o de músculos que le duraba días, días en los que sólo estaba en su cama, cobijada, en pijama. Tomaba pastillas para el dolor de cabeza, para el dolor de ojos, para el de músculos pero ninguna para lo que en verdad tenía: pastillas para la depresión, porque obviamente no aceptaba esta condición y no quería visitar ningún médico. Lloraba ocasionalmente, y se quejaba como nadie, pero no buscaba apoyo en los seres queridos: por el contrario parecía en una guerra absoluta contra ellos quienes no entendían lo que estaba sucediendo, sólo se limitaban a hacer lo mínimo para molestarla y para alborotar su ira.

Usualmente estas crisis le daban cada 2 meses, y duraba entre 3 y 5 días en la cama, confundiendo el dolor del alma con el dolor del cuerpo, creyendo que esa inconformidad que tenía con ella misma era simple desprecio que los demás sentían por ella. Estaba usando un mecanismo de defensa que se llama proyección y evadía los cuestionamientos de los demás y sus intentos por ayudarla metiéndose en una coraza de dureza

¿Cómo salía de esto?

Entonces su esposo, quien bien sabía lo que ella tenía, la persuadía de pedir una cita donde la bioenergética, quien también sabía de sobra que Bertha lidiaba con la D. No sé si la D es genética, si es por el ambiente, o por ambas, sólo sé que entonces a Bertha le inyectaban un liquidito y le cuadraban la energía, y esto era suficiente para calmarla de esas crisis, para detenerla y mantenerla estable por lo menos por un tiempo, ella se convencía que su dolor físico era el causante de todos sus males, así que aparentemente esta cita con la doctora la aliviaba.

Bertha luchaba con la D, que intentaba matarla y matar todo lo que ella tenía, intentaba acabar con ella. El problema era que esta mujer no sabía a qué se enfrentaba y no quería averiguarlo.